Daniela Arnaudo

La primera vez que vi una obra de Daniela Arnaudo fue en el Salón Nacional de Santa Fe. Era una caja de madera forrada en tela con flores bordadas en mostacillones de colores y titulada “Osario”, era una urna funeraria. Mi formación académica es sencillamente eso, académica y tradicional. No tenía un gran contacto con obras de arte contemporáneo y mis referentes eran artistas renacentistas o de la vanguardia histórica. Todavía recuerdo el funerario en la sala del Museo Rosa Galisteo y mi cara pávida.
        Por suerte pude reencontrarme con el arte. Además, la posibilidad de hacer el taller de análisis de obra en Curadora me permitió conocer a Dani. Saber de la trayectoria de un artista, sus obsesiones y los conceptos que movilizan su producción permite a cualquier espectador tener mayores herramientas para comprender y acercarse a una obra. Por supuesto que uno puede disfrutar y experimentar una varieté de emociones al ver una obra despojada de su contexto, pero no es lo mismo.
         Desde que empezamos la clínica de arte Daniela tenía asentadas sus ideas y diferentes maneras de materializarlas. La estructura de su trabajo se veía y se leía sólida. Si mal no recuerdo, empezó mostrando unos videos de acciones realizadas en el cementerio. Llevaba ofrendas a los nichos abandonados, pequeños arreglos florales bordados en colores. Hubo participantes, como es mi caso, que nos vimos más afectados por su producción. El recuerdo de un ser querido que ya no está físicamente a cualquiera le revuelve las tripas. Pensé en que quería ir a los cementerios con ella, llenar de flores todos los nichos y esperar a que más de uno avive a saludarnos.
          En los siguientes encuentros Dani fue mostrando cómo iba reelaborando el mismo concepto una y otra vez. Mostró ofrendas florales bordadas sobre PVC y el proyecto de Sudarios en el que estaba trabajando. Lo que me sorprendió de su proceso de trabajo es que lograba pensar nuevos proyectos retomando una misma idea. Temas que a simple vista no tienen que ver con la muerte, pero que ella lograba anclar y configurarle un nuevo sentido.
           No puedo dejar de decir que, de una u otra manera, consciente e inconscientemente, influyó en mi propia producción. Me permitió amigarme con ciertas materialidades y salir de lugares sombríos y de incomodidad en que me encontraba para disfrutar de “El recuerdo de los que quedan”. 

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