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Texto escrito para la publicación de Curadora- Residencia para artistas sobre mi experiencia en la Temporada 12. Abril de 2016.

Llueve

Camino por las calles paralelas.

Gota chispeante. Dos perros me acompañan, uno fiel, el otro saltarín.

Se desencadena un torrencial.

Doce días. El Agua, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, nos sitia. Y un río caudaloso en avance trae consigo inundaciones, nostalgias. Sin embargo para mí, este abril ha tenido un estado paralelo de disfrute: Curadora.

Mi proyecto inicial postulado para la residencia consistía en producir en torno al concepto de “huellas”, es decir, rastros, vestigios de algo o alguien que ha pasado por ese lugar, a partir de un método que utilizo desde hace ya un tiempo: registros fotográficos-bocetos-bordados a mano sobre pvc cristal. El primer día en la “casa azul”, luego de una intensa caída de agua, comencé por transitar (como se pudo) el barrio y fotografiar las calles, los montículos que se formaban con el paso de camiones, autos y motos sobre la arena movediza. Sin embargo, un elemento capturó hipnóticamente mi mirada y mi pensamiento: una muralla blanca,  una defensa construida por unas cuantas manos vecinas, ella interrumpe el paisaje del barrio para detener el agua que por momentos avanza y por otros aliviadamente retrocede, con rastros del paso del tiempo y una vegetación empecinada en incorporarla. Ese fue mi MODELO. Cabe aclarar que no era desconocido para mí, ya sabía de su existencia y de todo lo generado a partir de su construcción. Entonces, casi de forma procesional, y replicando la acción de un vecino, caminé durante varios días seguido desde Curadora hasta la defensa y a la inversa. Quedaba muy cerca, tan cerca que asustaba. Con un marcador en la mano me incliné en cuclillas reverencial, para duplicar intuitivamente sobre mi nylon, los pliegues generados por la superposición de las bolsas de arena, por la acción del tiempo y el desgaste. Pliegues que en su interior más profundo, acumulan los esfuerzos, las preocupaciones y tristezas de mucha gente. Esbozo desde la acción. Como si fuera un dibujo a ciegas trazo las líneas sin pensar en el resultado final, que luego me sorprende al volver al taller. Ese esqueleto de origen, me brinda el puntapié para crear luego otro paisaje, otra piel contenedora ya no del agua sino del tiempo, y de los hilos que van y vienen grabando sus pespuntes sobre el nylon.

los colores de mi pueblo

 

En una charla con Isa, me dice que los colores de mi lugar, de mi entorno, me determinan la monocromía con la cual abordé estos trabajos y otras series anteriores. Creo que tiene razón. Calles de arena en Curadora - calles de tierra en mi pueblo, un cielo que durante catorce días de residencia, excepto uno, ocultó su esplendor celeste tiñendo de opacidad a todo el medio circundante. Y una laguna amarronada, que desemboca en un gran río pardo.

 

“… Ellos lo llaman padre de ríos. Y es verdad que, mientras viene bajando, engendra ríos a su paso, ríos que van multiplicándose en las proximidades de la desembocadura, que se separan a determinada altura del lecho principal, corren unas leguas paralelos a él, y vuelven a reunírsele un poco más abajo, ríos que a su vez engendran ríos que engendran otros a su vez, con esa tendencia a la multiplicación infinita que frenan a duras penas las barrancas comidas por el agua; río de muchas orillas…”[1]

 

Curadora está rodeada de ríos y lagunas. Mi pueblo costea al río Coronda. Y para llegar de mi casa a la Casa Azul, tengo que atravesar dos ríos. El agua y el barro, circunscriben mi mirada.

 

horas de taller

 

Nuevamente con el cuerpo inclinado, me sumerjo a descubrir las sutilezas en la técnica del bordado a mano desde la memoria del recuerdo, en este caso, de la defensa. Paulatinamente, la estructura de trabajo con la que venía se fue modificando, desde la intuición por sobre la copia fiel del modelo.

 

La lluvia permitió pocas caminatas por el barrio, el taller se compartía intercambiando mates, charlas y proyectos. En esas conversaciones, al son de tonaditas chilenas y campechanas (las nuestras), dilucidamos los motores de creación de cada uno. En mi caso, la repetición se impone como el concepto que atraviesa varios de mis proyectos artísticos y procesos de elaboración. Ya sea de movimientos corporales presentes en los videos performance, por ejemplo en Plegaria: en el cual ejecuto una acción repetitiva que consiste arrodillarme y subir hasta el cansancio, yo lo llamo una especie de rezo que bien podría haber sido para que deje de llover. Como en esta serie de bocetos y bordados, caminar hasta la defensa, dibujar líneas, volver al taller y crear planos con los ritmos del hilo, de un lado o hacia otro, componiendo sutiles variaciones de intensidad monocromas. Acciones ejecutadas de la misma forma, una y otra vez, y que a medida que pasa el tiempo va cargándose de intensidad, de variaciones mínimas, casi imperceptibles, para dejar de ser un gesto mecánico y transmutarse hacia otras significaciones[2].

 

morada del árbol caído

Ser parte de una residencia para artistas es, desde mi perspectiva, sinónimo de creación y perfeccionamiento, sumado al conocimiento de un contexto, de un pueblo/ciudad, de personas, desde adentro y desde el hacer. Si bien Curadora se encuentra ubicada no muy lejos de Sauce Viejo (mi pueblo de residencia desde hace pocos años) vivir en esa hermosa casa azul con todo mi pensamiento y cuerpo destinado al sólo hecho de producir e intercambiar obras, textos, palabras, comidas, con Cintia, Maxi, Isa y Emi, modificó mi cotidianeidad, me enriqueció y continúa enriqueciéndome. Es así como un gran bordado surgió a partir de esta Temporada 12, casi tres metros de líneas que formarán un paisaje simbólico, un atisbo que invita a contemplar en la abstracción, la superficie de una muralla que custodia.

Daniela Arnaudo

Julio de 2016

 

[1] Saer, Juan José, El Entenado, Buenos Aires, 4° ed, Booket, 2015, Pags 41 y 42.

[2] Este método deviene de mi experiencia con las artes escénicas, aplicado por Silvia Debona, Norma Cabrera y Cecilia Mazzetti en las producciones del colectivo artístico Andamio Contiguo, del cual formo parte desde el año 2003. Santa Fe.

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