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La copia viva

Por Maia Gattás Vargas

Sobre el proyecto Debe Haber gandor del Plan Fomento 2020

Industrias Cretivas Santa Fe - junio 2021

 

Cuando leí el libro Naturaleza moderna de Derek Jarman decidí que tenía que hacer mi propio herbario. En ese libro, Jarman cuenta del  jardín que cultiva en medio de una tierra árida, en Prospect Cottage, Inglaterra, frente al mar y a una peligrosa planta nuclear. Él se está muriendo por HIV y es entonces que decide cultivar su jardín. Así como cuando comienza a quedarse ciego escribe Croma, un diario sobre su relación con los colores. Ante la cercanía de la muerte responde con un gesto vital.

 

Antes de comenzar mi herbario empecé un listado del significado que tienen ciertas plantas para mí, como si fuera un diccionario de las plantas que conozco y que se relacionan a mi historia. Por ejemplo, el malvón y la madreselva, cuyos pétalos me enseñó a comer mi abuela. (De hecho, ahora que lo pienso, mis dos abuelas tienen nombre de flor, las dos se llaman Violeta. Para diferenciarse se decían Violeta Clara y Violeta Azul). O también la menta, que me recuerda a mi madre, porque siempre la pone en sus tés y jarras con agua. Y el diente de león que según siempre me repite “hace bien al corazón”, y con sus hojas hace unas ensaladas amargas y salvajes. 

 

Pienso en Daniela, y la imagino en su casa de Sauce Viejo, Santa Fe, cerca del río Coronda. ¿Cuál será su herbario, su diccionario de plantas importantes?.  Esas que arman una constelación entre su paisaje cercano y la historia de su familia...  Imagino su taller colorido y el pasto tan verde de su jardín -que sólo vi en fotos- y entonces recuerdo su tesoro más preciado: un viejo cuaderno que perteneció a su bisabuelo donde hay un mundo maravilloso que puede visitar cada vez que quiera. En ese cuaderno viven los dibujos que hizo Bartolo en los días de lluvia, cuando no podía salir a trabajar al campo (ante la muerte-la vida).

¿Era el bisabuelo de Daniela un naturalista aficionado? Ella puede hablar con él a través de ese cuaderno donde viven escenas con animales humanizados, como en una fábula. Hace años que lo revisa, que observa con detenimiento y lo copia. 

Re-escribir es volver a. Repetición y diferencia. Copiar sin pretender que sea lo mismo. Copiar a sabiendas de que no será nunca igual. Porque el contexto lo cambia todo, porque el pulso, porque la huella: “lo nuevo emerge a partir de variaciones y combinaciones sorprendentes”.

Daniela se apropia de esos dibujos, entra en con-tacto con ellos y los lleva a tu territorio: el de una mujer que quiere hablar con sus antepasados, el de una mujer que a su vez, necesita hacer sus propios duelos. Y para ello encuentra un posible camino: la acción del bordado que sostiene hace años en su práctica artística, el esfuerzo y la paciencia que implica cada puntada. Como Jarman, frente a la muerte la respuesta es la vida.

 

 

***

 

La primera carta del tarot es el 0, Le mat. Para mi “el loco” es como un impulso con liviandad. La carta número uno, es decir la segunda, es Le Bateleur, que se puede traducir como alquimista o mago. Es una carta de la acción, del hacer, del flashear haciendo. Como cuando uno se mete en el taller y sin darse cuenta pasan volando las horas. El alquimista toma los sueños que le ofrece el loco, y pone estos sueños sobre la mesa para hacerlos realidad.

 

La alquimia es el estudio experimental de los fenómenos químicos y la transmutación. Alquimia y química se derivan de la palabra árabe kimiyá, que significa ‘piedra filosofal’, ese hermoso mito de transmutar la materia mundana en oro. Quizás ese cuaderno de su bisabuelo, titulado Debe haber, sea la piedra filosofal sobre la que se proyecta toda la obra de Daniela. “Debe haber” suena a promesa, a espejismo, pero también a manifiesto. 

Su investigación experimenta con elementos naturales y químicos, como la cianotipia, y así pone en juego la contradicción básica de todo ejercicio de representación: el caos/el orden. El control de la materia y  la falla, siempre inevitable. Al hacer una cianotipia el sol y su calor se convierten en temperatura, en datos precisos que, sin embargo, conviven con el misterio del resultado. 

 

Podemos pensar en Daniela Arnaudo  como una alquimista, su taller es principalmente al aire libre: en él se mezclan los yuyos del patio con los que están a las orillas del río  (pienso en ese gesto de reivindicar los yuyos que suelen ser como monstruos para un jardinero o paisajista). En sus experimentos también se mezclan la flor del ceibo (la flor nacional) con el coriandro que cultivó en su jardín. Los tintes naturales que fabrica -hechos con piel de cebolla, yerba,  ferrite rojo, o tierra que trajo de Paraguay - son utilizados para teñir las antiguas sábanas, que pertenecieron a sus abuelxs. Tres sábanas que serán ahora como un tapiz, o un collage que mezcla los dibujos formados por las tinturas y los bordados.

Entrar en con-tacto: así como los cianotipos nacen de un elemento que se apoya en una superficie sensible al calor del sol, así también los bordados de Daniela nacen de ese cuaderno mágico y llegan a las sábanas viejas (material sensible si lo hay, ya que tienen impregnadas las huellas de los cuerpos). Copiar/calcar la naturaleza y alquimizar los materiales de sus antepasados  son los gestos que realiza, insistentemente, Daniela en sus obras y así logra que se toquen generaciones lejanas y convertir la muerte en vida.

 

Link:

https://padlet.com/daniarnaudo80/debeHabaer

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