Daniela Arnaudo

Una casa detenida en el tiempo, con restos de una vida de otra generación  mayor a la nuestra, fue nuestro hogar durante la residencia. En cada rincón un recuerdo, portarretratos de eventos familiares significativos, adornos de porcelana (seguramente de un país oriental), jarrones con flores de plástico o tela (como queriendo impedir el deterioro de unos pétalos naturales, al marchitar), muebles de fórmica, pisos y paredes barrocamente decoradas… Más allá de nuestra procedencia, el olor y color de la casa de nuestras abuelas, estaba presente.

Durante los días de residencia, la calidez de ese hogar nos sumergió en el reposado ritmo que identifica a los pueblos de la provincia de Santa fe.

Así fuimos encontrando pequeños tesoros… algunos de ellos fueron el puntapié para crear intervenciones artísticas en Sastre. Nos gustaría hablar de uno de esos tesoros: el cuartito del fondo del patio, que días más tarde bautizaríamos con nombre propio.

De apariencia abandonado, con un diseño que podría haber albergado una habitación con baño, o un depósito, abarrotado de objetos envueltos en polvillo y telas de arañas, arrabalero, triste y solitario, estaba nuestro “cuartito azul”.  Con actitud tanguera, como quien quiere exorcizar tanto (aparente) desamor, nos impusimos la misión de reordenar aquello. “Un desorden” que fue obsesivamente limpiado y vuelto a ordenar, incorporando el color y la puesta en escena. Reubicamos objetos, los pintamos, coloreamos las paredes con azul aplicando un diseño tapiz, un elemento que utilizamos como conexión con otras acciones. Como en un juego de niñas, tal vez como aquel que inventábamos en casa de nuestros abuelos, empezamos a producir imágenes… primero sin darnos cuenta, después intentando redimensionar situaciones simbólicas que los mismos objetos, en dialogo, nos ofrecían.... 

 

( Celeste Vénica y Daniela Arnaudo)