Texto para la muestra Coronaciones. MAC Santa Fe, 2013
Publicado en el diario El Litoral de Santa Fe
Publicado en 15 años en la Escena Contemporánea. Ediciones UNL. ISBN 978-987-749-062-6
Tumbas y ataúdes en el MAC
Por Stella Arber
Mezclar lo religioso, lo ritual, lo sentimental y lo necrológico es pura intensidad de parte de la joven Daniela Arnaudo que despliega lo simbólico representacional en temas tan difíciles de abordar como la muerte, los lugares de entierro y los depósitos de cadáveres.
Esta artista fluye en los bordes, deja claro que los puede internalizar sin complejas imposturas, solo dejando actuar a sus recuerdos y a su imaginación para recrearlos. Pocos se atreven con este contexto que trae al tapete un universo de mensajes que siempre fueron vigilados, y supervisados por la religión. De este modo apoya el accionar visual sobre los signos típicos que rodean la muerte, los trae al centro de la escena museística sin tropiezos, sin condicionamientos morales, ni culturales para lograrlo, esto tiene que ver con su esencia, es todo un acontecimiento que Daniela Arnaudo realiza con una naturalidad y una familiaridad estremecedora y sin más pretensiones que convertir en obras de arte sus resonancias familiares, sus experiencias infantiles con su abuelo funebrero. Comprometida hasta la médula con estos temas, los asume componiendo con cromatismos absolutos, con profusiones de elementos en una pronunciación barroca propia de lo que rodea a las tumbas, arreglos florales y ornamentos propios de los cementerios y toda la imaginería religiosa que acompaña la iconografía cristiana y aquí hace hasta su aparición como parte integrante de las obras, como datos puntuales de una decoración inevitable.
Los nichos que tapizan una pared completa, muestran un recato explícito en la decoración, demarcada continuamente por un exceso ornamental en combinación con frases de relatos breves en las placas, aludiendo siempre al muerto que allí habita. Otras aparecen en un abandono evidenciando la crudeza del paso del tiempo y el olvido de sus deudos, presentando un despojamiento extremo. Allí es donde acciona visualmente Arnaudo, con su fuerte carga alusiva, poniendo una lápida ultra ornamentada para contrarrestar el deterioro flagrante al que han sido sometidas.
La referencia a ritmos orgánicos probablemente responda también a los órdenes creados por el normal crecimiento de la naturaleza, explicitado con esas flores cuidadosamente elaboradas en unidades únicas, la frescura de la vida, con variantes deliberadas en su composición y una impecable factura, puestas allí para contrarrestar el ataúd, para interponer un recurso contra lo efímero o para crear un follaje rico que refrene lo que inevitablemente ocurrirá dentro de él.
Arnaudo explora todas las posibilidades expresivas, toma las retóricas del entorno y asume sin sentenciar otra oportunidad para sus muertos, otra correspondencia con su eterno descanso. Legitima una nueva mirada desde el arte para la última morada humana.